Tras años intentando animar mi vida sexual desistí y decidí escribir un diario.
Quizá mi apuesto y frío marido era incapaz de darme la pasión que yo esperaba; después de todo, mis ex ya cumplieron con los niveles de testosterona que yo ansiaba y encontraba en mis novelas favoritas…, así que, si no podía tener ese nivel de pasión, al menos podía escribir sobre ello, ¿no?
Nadie debía saberlo, iba a ser mi pequeño secreto.
Pues ¿adivináis qué?
Mi marido leyó el diario.
¿Y sabéis qué?
Le hizo cambiar el juego.
Bien.
Asesorada por mi mejor amiga, me sentí especialmente poderosa y empecé a poner a prueba sus límites con entradas en mi blog diseñadas específicamente para manipular el comportamiento de Ken…
Al principio funcionaron…
Hasta que dejaron de hacerlo.
El resto hay que leerlo…