Desde el principio supe que trabajar para Michael Fowler me daría problemas.
Parece que este estúpido arrogante quiere una esclava, no una asistente.
Pero no solo es cruel y calculador, también está roto por dentro y es guapísimo.
Siento calor y frío a partes iguales.
De repente empieza a llamarme para que entre a su oficina preguntándome cosas que hacen que me estremezca.
Sé que debería decir que no, que es mejor largarme de su oficina sin mirar atrás.
Pero es magnético y los oscuros deseos y secretos que oculta son como una droga.
Me dan ganas de ponerme de rodillas e inclinarme sobre su mesa.
Mentiría si digo que no me gusta.
Sí, me gusta, y cada vez más.
Pero entonces entiendo sus verdaderas intenciones.
No sé si la frágil confianza que tenemos sobrevivirá a la verdad de quién es él.
Y al hecho de que será el padre de nuestro futuro hijo.